Su
familia y la afición blanquiazul los pilares en su formación y profesión
Risueño, carismático, demostrando siempre tranquilidad y, sobre todo, su cualidad de ser sencillo al entablar una conversación; Joan Verdú, jugador emblemático del actual equipo más joven de la Liga, el RCD Espanyol, confesó sentirse agradecido por todo lo que ha vivido dentro del fútbol profesional; sabiendo que aún le falta mucho camino por recorrer y, por qué no, ganar un título con la institución blanquiazul que tanto le ha dado.
Un ser humano que al recordar su infancia se
muestra alegre aunque pensativo. Alza la mirada en busca de sus recuerdos, esos
que divagan y que de pronto reavivan el subconsciente del futbolista que lo
hace rememorar sus inicios detrás de un balón, contestando entre risas: “tranquilo,
creo como soy ahora, aunque a veces un poco revoltoso en casa; siempre detrás
de un balón, nos regalaban muchos, siguiendo lo que hacía el hermano mayor y llevando los genes futbolísticos
que me heredó mi padre”.
Un pequeño que, a pesar de haberse formado en
la Masia del Barcelona, escalando categorías y admirando un estilo de juego
único y moderno -en ese entonces-; mismo que le propició idolatrar a aquel
Dream Team blaugrana conformado por Koeman, Guardiola, Laudrup, Bakero, Amor,
Begiristain, Stoichkov, entre otros, siempre mostró un interés mutuo, en
conjunto con el Espanyol, que a la larga lo ligaría de una forma muy especial.
Su paso alentador en juego y aprendizaje más
no en oportunidad como para poder debutar con el primer equipo, lo orillaron y
a la vez lo incentivaron para decantarse por una oferta realizada por el
Deportivo de la Coruña.
Su ambición futbolística por debutar en
primera y demostrar de qué estaba hecho el joven Joan, sin saber aún todo lo
que llegaría a representar Verdú para la Liga Española, lo hicieron tomar un
vuelo con dirección a Galicia y optar por conquistar Riazor.
“Acepté la oferta del Deportivo porque en el
Barcelona me comentaron que no tenía asegurado el puesto en la primera
plantilla. Yo, lo que ya no quería era estar más tiempo en el filial, sentía y
creía que mi momento de poder debutar en la primera división había llegado. El
Depor hizo una buena oferta y me fui ahí sin pensarlo”.
Un lugar que le abrió el camino de la primera
división profesional. Una afición que necesitaba más de un jugador con hambre
de triunfo que uno con renombre. Un estadio que ansiaba lucir más con los goles
y talento de un juvenil que con las barridas y juego antiguo de los
experimentados. Una institución que lo catapultó, gracias a sus actuaciones, al
Espanyol.
Ahí debutó, marcó su primer gol y lució. Su
elegancia dentro del campo era sinónimo de inteligencia para culminar la última
jugada. Su carisma era retórica comparada a su prominente enjundia dentro del
campo. Y su sapiencia, con toque enigmático, una constante cada vez que el nombre
de J. Verdú aparecía en la alineación.
Dicha combinación de aptitudes,
características, cualidades, habilidades y actitudes conjuntadas en un todo
llamado valores de un futbolista, lo guiaron de regreso a casa. Un Espanyol con
la necesidad de una renovación total, tras un cambio de estadio, que la mayoría
callaba, y la filosofía que muy pocos sabían; obligaron a darle un seguimiento
al baluarte de Riazor.
Otra de las realidades por las que Joan Verdú
se ha sabido manejar con un aspecto humilde y sencillo dentro del fútbol, es,
sin lugar a dudas, el apoyo incondicional de su familia. La misma que lo guío
en su formación por Les Corts, la que lo acompañó, de la mano de la quien ahora
es su esposa, a explorar y conquistar La Coruña; ese excepcional pilar que
siempre estuvo con él, fuese a donde fuese, y que siempre lo esperó con los
brazos abiertos en su regreso a casa.
“La que ahora es mi mujer me ayudó mucho, no
estuve en ningún momento sólo, eso también me benefició. Ellos (mi familia) lo
representan todo para mí, son lo más importante. Mis padres, mi mujer, mis
hijos; no hay nada más importante para mí. Han sido una parte fundamental en mi
carrera como profesional”.
Con el recuerdo de ya haber debutado en la
Primera División y haber marcado su primer gol, uno bonito como él lo menciona,
ante el Villareal; con el saber que había sido del agrado de los gallegos; y
con el nuevo reto que le proponía el Espanyol. Así llegaba Joan Verdú a la entidad blanquiazul, la misma
que le dio un gran seguimiento y quien deseaba, a diestra y siniestra, que se
convirtiera en un líder excepcional.
“Los primeros acercamientos se dieron antes
de irme al Depor, existió la posibilidad, pero por una u otra cosa no se dio.
Desde un principio sabía que tanto el Espanyol como yo, podríamos estar juntos
y poder regresar así a Barcelona, para jugar en un lugar al que considero mi
casa. Se dio la oportunidad, la oferta y no nos lo pensamos”.
Su trayectoria en poco más de dos años con
los catalanes blanquiazules todos la conocen. La afición, la misma que siempre
le ha sido fiel y a la cual admira; ya que sin su apoyo no sería lo mismo,
siempre lo protegió y vanaglorió para pronto, en menos de lo que se esperara,
lo convirtiese en un emblemático jugador perico.
“Llegué al Espanyol, un buen club, una gran
institución que desde el primer día me ha tratado bien y eso, hoy en día, es
difícil de encontrar. Yo me sentía como si estuviera en casa. Sabía que tenía
que demostrar y jugar con el corazón. Tenía que corresponderle a la entidad, a
la afición; la que es todo para mí y la que me respondió de grata manera”.
Y es que este Verdú, sí aquel que llegó ya
con una buena trayectoria en la máxima división, sigue siendo el mismo. El
jugador sencillo y carismático que aprende, emprende y es deseoso por aportar
lo más que pueda al equipo. Ese, que continúa siendo el complemento perfecto, y
el jugador que asimila la filosofía como si fuera el primer día de su carrera.
Un, ya ahora simbólico jugador del Espanyol que entiende que la idea de su equipo es agradecida por los más jóvenes y ejemplificada por los más experimentados. Un heroico soñador que tiene, aún, mucho camino por recorrer y que desea ganar algún título con el equipo que tanto le ha dado y al que tanto quiere. Ese es Joan Verdú.
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