
América o Europa, Argentina o Portugal, Barcelona o Madrid, blaugrana
o merengue, pequeño o grande, sencillo o exuberante, dinámico o fuerte,
colectivo o individual, pulga o divo, Messi o Ronaldo.
Hablar del mejor jugador del fútbol mundial es hacer referencia a una comparación inconsciente y muchas veces irracional.
El
fútbol siempre ha sido sinónimo de asociación y los jugadores no han
ganado, hasta el momento, partidos y campeonatos jugando de forma
individual. No lucha uno contra once, ni pelean once contra uno.

Él, argentino de nacimiento, catalán de
corazón y blaugrana por profesión, es una pulga inmensa dentro del
terreno de juego que luce más que cualquier “monstruo” americano,
asiático, africano, oceánico e incluso europeo; simplemente por jugar en
asociación.
Lionel, de segundo nombre Andrés y de un
apellido que quedará inmortalizado en la historia del fútbol, Messi,
nació un 4 de junio de 1987 en Santa Fe, Argentina. A sus 13 años cruzó
el Atlántico, proveniente del New Old Boys, con una estatura cuestionada
pero con un talento excepcional.

Su
historia, hace algunos años, comenzó con un tratamiento de hormonas y un
sueño por cumplir; ahora es un fuera de serie salido de la consola de
Play.
Ídolo de los chicos, ejemplo de jóvenes y deleite de
grandes. Messi, a pesar de su fama, siempre se encuentra con los pies
en la tierra, alabando y destacando la labor de sus compañeros por
encima de él.
Es cierto que se encuentra en el mejor
equipo del fútbol mundial, ese blaugrana que está plagado de cracks;
pero su virtud, aquello que lo hace diferente al fuerte divo de
Portugal, radica en que lo colectivo está por encima de lo individual.
Él
lo ha ganado prácticamente todo a su corta edad, con excepción del
Mundial; por eso, no tiene comparación y Messi es simplemente fenomenal.
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