Marcelo Bielsa ha marcado el regreso de los leones de Bilbao, pelearán una Copa, puestos europeos y una Europa League.
Estas fieras formadas en Euskal Herria, enmarcadas por una estirpe
basada en la fortaleza mental y espiritual, han dejado su claustro y han salido
de su encierro para defender su templo; su mismísima catedral.
Algunos, los llaman rojiblancos; otros, los guerreros de Bilbao; unos
más, los locos de Bielsa; y la mayoría los idolatra al nombrarlos los leones de
San Mamés.
Sea cual sea el mote o los colores del uniforme, su filosofía no cambia
ni cambiará, a pesar de que ésta no esté escrita; es una tradición basada en la
palabra y firmada con el corazón. Once corpulentos jugadores -nacidos en el
País Vasco, Navarra o en el País Vasco francés, incluso los que se han formado
en su cantera también- representan
durante 90 minutos a un pueblo camuflajeado con el barro, de origen victoriano
y que nunca da su brazo a torcer.
Lealtad es su valor principal y la altura su mayor cualidad; mientras
que la lucha por ganar se convierte en su única ambición y el clima lluvioso en
su mejor postor.
Esto, no lo presagió Nostradamus, tampoco una pitonisa y mucho menos un
charlatán. Esto es el fútbol, un
mito sin ateos que convierte a los equipos en toda una realidad.
Así es como se plasma su historia, en el nombre de los vascos y con la
lucha en el campo. Símil de sus jugadores de inicio: Gorka, enérgico y
valiente; Aurtenetxe, pleno de gracia; Amorebieta, el guerrero de la central;
Iraola, de carácter defensivo; Javi Martínez, armonizador de contrarios;
Iturraspe, el del linaje heroico; Ander, el niño líder; Susaeta, el de los
sueños ocultos; Muniain, el de la calidad de ensueño; Llorente, el amo del gol;
y De Marcos, el gran planeador. Además de Mikel,
diplomático en su ambición; Íñigo, amante de la ejecución; e Ibai, el de la
excelencia.
Es el renacer del Athletic de Bilbao, un equipo que no pierde sus
raíces, y enloquecido por su entrenador, ha retornado a sus orígenes.
Atrás, más nunca olvidadas, quedaron sus 8 ligas y 23 copas, las últimas
en 1984. Hoy, la institución siempre alabada, ha abierto las ventanas y puertas
de su catedral. No para que la vengan a ver (sus rivales) o a vanagloriar (las
demás aficiones); sino para que sepan lo que han cimentado y fortificado estos
leones del “loco” Bielsa.
Es así, como Vizcaya luce más rojiblanca que de costumbre. Banderas, en
bares, casas y balcones, se vuelven a asomar cuando juega el Athletic de
Bilbao.
que bueno cucarachin! aupa athletic!!!!
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